La OMS ha cambiado y ahora es una amenaza

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos asegura que el «acuerdo sobre pandemias» (o «tratado») de la OMS no reducirá la soberanía de sus Estados miembros. La OMS confía en que estas palabras sirvan para distraer la atención de la realidad. Quienes impulsan la agenda de una perpetua emergencia sanitaria planean darle más poder a la organización mientras el poder de los Estados disminuye. Esto ocurrirá siempre que la OMS designe una «Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional» (PHEIC), o considere que podemos estar en riesgo de sufrir una.

El tratado propuesto por la OMS, junto con sus enmiendas «sinérgicas» al Reglamento Sanitario Internacional (RSI), pretenden deshacer siglos de reformas democráticas que basaban la soberanía en los individuos y, por extensión, en sus Estados. La incomodidad de enfrentarse a esta verdad y a las complejidades que plantea está proporcionando la cobertura necesaria para impulsar estos cambios. Así es como la democracia, y la libertad, se marchitan y mueren.

Por qué es difícil reconocer la realidad

Nuestra sociedad occidental se basa en la confianza y en un sentimiento de superioridad: nosotros construimos las instituciones que dirigen el mundo y ellas, y nosotros, nos consideramos honrados. Nos consideramos humanitarios, defensores de la salud pública, unificadores y amantes de la libertad antifascista. Consideramos que nuestro sistema es mejor que las alternativas: somos «progresistas»

Hay que dar un gran paso para que los profesionales de izquierdas, cómodos y con ingresos medios, crean que las instituciones y organizaciones filantrópicas que hemos admirado toda la vida podrían estar ahora saqueándonos. Nuestra sociedad depende de tener «fuentes de confianza», y la OMS es una de ellas. Entre otras, están nuestros principales medios de comunicación. Si nuestras fuentes de confianza nos dijeran que nos están engañando y saqueando, lo aceptaríamos. Pero nos dicen que esas afirmaciones son falsas y que todo va bien. El propio director general de la OMS nos lo asegura. Cualquiera que piense que los ricos patrocinadores corporativos y privados de la OMS y otras instituciones sanitarias tienen intereses propios, que podrían engañar y explotar a otros en su propio beneficio, es un teórico de la conspiración.

Todos somos capaces de creer que los ricos y poderosos de épocas pasadas explotaban a las masas, pero de alguna manera esto es difícil de creer en el presente. Como prueba de su benevolencia, confiamos en la palabra de sus propios departamentos de publicidad y de los medios de comunicación a los que apoyan. De alguna manera, la malversación a gran escala es siempre un producto de la historia, y ahora somos más inteligentes y educados.

En las últimas décadas hemos visto a individuos acumular riquezas equivalente a la de países de tamaño medio. Se reúnen con nuestros dirigentes electos a puerta cerrada en Davos. Luego aplaudimos la generosidad que conceden a los menos afortunados y fingimos que todo esto está bien. Vemos cómo las empresas se expanden a través de las fronteras nacionales, aparentemente por encima de las leyes que se aplican a los ciudadanos de a pie. Permitimos que sus «asociaciones público-privadas» conviertan a las instituciones internacionales en proveedores de sus mercancías. Ignoramos este descenso porque sus departamentos de publicidad nos lo dicen, convirtiéndonos en defensores de autoritarios obvios porque queremos creer que de alguna manera están haciendo un «bien mayor»

Mientras que un niño en edad escolar podría ver a través de esta fachada la codicia conflictiva que hay más allá, es mucho más difícil para aquellos con años de bagaje político, una red de contactos, reputación y carrera admitir que han sido engañados. Los psicólogos del comportamiento que emplean ahora nuestros gobiernos e instituciones lo entienden. Su trabajo consiste en que sigamos creyendo a las fuentes de confianza que patrocinan. Nuestro reto es poner la realidad por encima del pensamiento político correcto.

La remodelación de la OMS

Cuando se creó la OMS en 1946 para ayudar a coordinar las respuestas a los grandes problemas sanitarios, el mundo estaba saliendo del último gran ataque del fascismo y el colonialismo. Ambos modelos de sociedad se vendían sobre la base de centralizar el poder en aras de un bien mayor. Los que se consideraban superiores dirigirían el mundo para los menos dignos. La OMS pretendió en su día seguir una línea diferente.

Desde principios de la década de 2000, las actividades de la OMS están cada vez más dictadas por la «financiación específica» .Sus financiadores, entre los que cada vez hay más intereses privados y empresariales, dictan cómo utilizar el dinero que ellos donan. La dirección privada está bien para las organizaciones privadas que promueven las mercancías de sus inversores, pero obviamente no es una buena idea para una organización que pretende imponer medicamentos, cerrar fronteras y confinar a las personas. Cualquiera con un conocimiento básico de la historia y la naturaleza humana lo reconocerá. Estos poderes son exactamente lo que pretenden las enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional y el nuevo tratado.

En lugar de considerar enfoques alternativos, la OMS busca censurar las opiniones que no se ajustan a su narrativa, denigrando y degradando públicamente a quienes cuestionan sus políticas. Estas no son las acciones de una organización que representa al «pueblo», o que confía en su capacidad para justificar sus acciones. Son los rasgos que siempre hemos asociado con la debilidad intelectual y el fascismo.

El impacto de la OMS en la salud de la población

En sus recomendaciones para la pandemia de gripe de 2019, la OMS declaró que «en ningún caso» se debería proceder al rastreo de contactos, al cierre de fronteras, al cribado de entradas o salidas, o a la cuarentena de las personas expuestas en una pandemia establecida. Esto se debe a que tales medidas causarían más daños que beneficios, y perjudicarían de forma desproporcionada a las personas más pobres. En 2020, junto con patrocinadores privados y nacionales, apoyó el mayor desplazamiento de riqueza de la historia de las rentas bajas a las altas promoviendo estas mismas medidas.

Al abandonar sus principios, la OMS abandonó a millones de niñas que fueron violadas a través del matrimonio infantil, aumentó los embarazos adolescentes y la mortalidad infantil, redujo la educación infantil y aumentó la pobreza y la malnutrición. A pesar de que la mayoría de estas personas eran demasiado jóvenes para ser afectadas porel COVID y ya tenían inmunidad, promovieron la vacunación masiva de miles de millones de dólares mientras se deterioraban prioridades tradicionales como la malaria, la tuberculosis y el VIH/SIDA. Los medios de comunicación occidentales han respondido con el silencio o con una retórica vacía. Salvar vidas no genera beneficios, pero vender productos sí. Los patrocinadores de la OMS hacen lo que necesitan para sus inversores, mientras que la OMS hace lo que necesita para que su dinero siga fluyendo.

Los nuevos poderes de la OMS

Las enmiendas al RSI reducirán la soberanía de cualquier Estado miembro de la OMS que no las rechace activamente, dando a una sola persona (el Director General) influencia directa sobre la política sanitaria y la libertad de sus ciudadanos es indiscutible. Es lo que dice el documento. Los países se «comprometerán» a seguir las recomendaciones, que dejarán de ser simples sugerencias o consejos.

Aunque la OMS no tiene una fuerza policial, el Banco Mundial y el FMI están en el ajo, y controlan gran parte de el suministro de dinero mundial. El Congreso de EE.UU. aprobó el año pasado un proyecto de ley que reconoce que el Gobierno de EE.UU. debe dirigirse a los países que no cumplan el RSI. No estamos asistiendo a amenazas obvias, la realidad es que la mayoría de los países, y sus pueblos, tendrán pocas opciones.

El verdadero poder de las propuestas de la OMS está en su aplicación a cualquier asunto relacionado con la salud que proclamen como amenaza. Las enmiendas propuestas lo declaran explícitamente, mientras que el «Tratado» amplía el alcance a «Una sola salud» (» One Health») un concepto de salud pública que puede significar cualquier cosa que se perciba que afecta al bienestar físico, mental o social humano. Las inclemencias meteorologicas, las malas cosechas o la promulgación de ideas que causan estrés a la gente; cosas cotidianas a las que el ser humano siempre ha hecho frente, se convierten ahora en motivos para confinar a las personas e imponer soluciones dictadas por otros.

En esencia, los que patrocinan la OMS están fabricando crisis a su antojo, y están dispuestos a enriquecerse más a costa de la miseria de los demás, como hicieron durante el COVID. Todo ello bajo el pretexto de «mantenernos a salvo». Como se ha dicho en el pasado «nadie está seguro hasta que todos esten seguros», por lo que la supresión de los derechos humanos debe ser amplia y prolongada. La psicología del comportamiento está ahí para garantizar que cumplamos.

De cara al futuro

Estamos construyendo un futuro en el que la conformidad con los dictados autoritarios conseguirá la devolución de las libertades robadas, mientras que la censura suprimirá la disidencia. Las personas que deseen ver pruebas, que recuerden la historia o insistan en el consentimiento informado serán designadas, o en la lengua que ellos usan serán llamados asesinos en masa de extrema derecha. Ya hemos entrado en este mundo. Los personajes públicos que afirman lo contrario es de suponer que no están prestando atención, o tienen otras motivaciones.

Podemos aceptar dócilmente este nuevo mundo obsesionado por la enfermedad, algunos incluso pueden abrazar los salarios y carreras que otorga. O podemos unirnos a quienes luchan por el simple derecho de los individuos a determinar su propio futuro, libres de los falsos bienes públicos del colonialismo y el fascismo. Como mínimo, podemos reconocer la realidad que nos rodea.

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