Robert F. Kennedy Jr. explica sus posiciones sobre las vacunas a su familia
A principios de mayo de 2019, la revista Politico publicó un artículo escrito por tres familiares de Robert F. Kennedy, Jr., criticando su defensa de las vacunas seguras. El Sr. Kennedy escribió una carta a su familia describiendo los hechos y la necesidad de la seguridad de las vacunas. Después de numerosas solicitudes, la revista Politico se ha negado a publicar su respuesta. Descargue un PDF de este artículo en Inglés o Español.
Tres de mis parientes Kennedy publicaron recientemente un artículo criticando mi defensa de las vacunas seguras. Nuestra polémica disputa familiar pone de relieve el feroz conflicto nacional sobre las vacunas que ha dividido a las comunidades y planteado dudas sobre el compromiso del Partido Demócrata con algunos de sus valores definitorios: el aborrecimiento de la censura, la cautela ante el excesivo poder corporativo, el apoyo a la libertad de expresión, la libertad religiosa y la soberanía personal sobre nuestros cuerpos, y los derechos de los ciudadanos (codificados en el Código de Nuremberg y otros tratados de los que somos signatarios) para rechazar las intervenciones médicas no deseadas ordenadas por el gobierno. El debate también ha planteado cuestiones sobre la independencia de nuestra prensa y su papel como defensora de la libertad de expresión, y los derechos de la Primera Enmienda como un baluarte contra las extralimitaciones del gobierno y las corporaciones.
Amo a mi familia y simpatizo con sus preocupaciones cuando desafío a los funcionarios del gobierno por corrupción. Los Kennedy tienen una larga, estrecha y continua relación con las agencias de salud pública, por lo que es comprensible que nos resulte difícil creer que los poderosos reguladores mientan sobre las vacunas. “Todos los temas son simples”, se dice, “hasta que los estudias”.”
Esos conflictos los motivan a recomendar cada vez más vacunas con un apoyo mínimo de la ciencia basada en pruebas.
Mi escepticismo
He llegado a mi escepticismo después de 15 años de investigar y litigar sobre este tema. He visto cómo los conflictos financieros y los intereses de las instituciones transforman sectores clave de nuestras burocracias de salud pública en apéndices de las mismas compañías farmacéuticas que el Congreso les encargó regular.
Múltiples investigaciones realizadas por el Congreso y el Inspector General del HHS han encontrado consistentemente que una abrumadora mayoría de los funcionarios de la FDA directamente encargados de la concesión de licencias de vacunas, y los funcionarios de los CDC que ordenan efectivamente que se pongan a los niños, tienen enredos financieros personales con los fabricantes de vacunas. Estos funcionarios públicos son a menudo accionistas, receptores de subvenciones y consultores remunerados de los fabricantes de vacunas y, en ocasiones, titulares de patentes de las mismas vacunas que votan para aprobar. Esos conflictos los motivan a recomendar cada vez más vacunas con un apoyo mínimo de investigaciones científicas basadas en evidencias.
El HHS se asocia con los fabricantes de vacunas para desarrollar, aprobar, recomendar y aprobar mandatos para nuevos productos y luego comparte las ganancias de las ventas de vacunas.
La industria farmacéutica también aplica una disciplina política a través de los presupuestos de los organismos gubernamentales. La FDA recibe el 45% de su presupuesto anual de la industria. La Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés) obtiene aproximadamente la mitad de su presupuesto de fuentes privadas, incluyendo a las grandes industrias farmacéuticas (Pharma) y sus fundaciones aliadas. Y los CDC, francamente, son una compañía de vacunas; esta agencia es propietaria de 56 patentes de vacunas y compra y distribuye $4.6 mil millones en vacunas anualmente a través del programa Vacunas para Niños, que es más del 40% de su presupuesto total. Además, la industria farmacéutica financia directamente, escoge el personal y controla directamente docenas de programas de los CDC a través de la fundación CDC. Un editorial de la prestigiosa British Medical Journal desalienta la relación de amor de los CDC con las compañías farmacéuticas y cita al profesor de medicina de la UCLA, Jerome R. Hoffman, que dijo: “la mayoría de nosotros se sorprendió al saber que los CDC reciben fondos de la industria… Es escandaloso que la industria aparentemente pueda castigar a los CDC si la agencia lleva a cabo investigaciones que tienen el potencial de reducir sus beneficios”.
El HHS se asocia con los fabricantes de vacunas para desarrollar, aprobar, recomendar y aprobar mandatos para nuevos productos y luego comparte las ganancias de las ventas de vacunas. Los empleados de HHS pueden recaudar personalmente hasta $150,000 anualmente en derechos por los productos en los que trabajan. Por ejemplo, losfuncionarios clave del HHS recaudan dinero por cada venta de la controvertida vacuna contra el VPH de Merck, Gardasil, que también genera decenas de millones anuales para la agencia en derechosde patentes. Además, en virtud de la Ley de 1986 que creó el Programa Nacional de Compensación por Lesiones Causadas por Vacunas, HHS es el demandado en el Tribunal de Vacunas y está legalmente obligado a defenderse contra cualquier demanda de que una vacuna cause lesiones. A pesar de los grandes obstáculos para la recuperación, el HHS paga cientos de millones de dólares anuales (más de $4 mil millones en total) a los estadounidenses dañados por las vacunas. Por lo tanto, si el HHS publica algún estudio reconociendo que una vacuna causa un daño, los demandantes pueden usar ese estudio contra el HHS en el Tribunal de Vacunas. En junio de 2009, un funcionario de alto nivel del HHS, Tom Insel, mató una partida presupuestaria de $16 millones para estudiar la relación entre las vacunas y el autismo por parte del Comité Coordinador Interinstitucional sobre el Autismo. Insel argumentó que los demandantes usarían estos estudios contra el HHS en el tribunal de la vacuna.
Tales conflictos son una fórmula con esteroides para la “captura de la agencia”. “En lugar de un regulador y una industria regulada, ahora tenemos una asociación“, dice el Dr. Michael Carome, un ex empleado del HHS que ahora es el director del grupo de defensa Public Citizen. Carome dice que estos enredos financieros han inclinado al HHS “lejos de una perspectiva de salud pública hacia una perspectiva favorable para la industria”.
En 1986, el Congreso, que había recibido mucho dinero de la industria farmacéutica (la industria farmacéutica es la número uno tanto en cuanto a contribuciones políticas como a gastos de presión mediante lobbys en los últimos 20 años) promulgó una ley que otorga a los fabricantes de vacunas inmunidad total frente a las lesiones causadas por las vacunas. Si las vacunas fueran tan seguras como los miembros de mi familia afirman, ¿tendríamos que dar a las compañías farmacéuticas inmunidad por los daños que causan? La subsiguiente fiebre del oro de las compañías farmacéuticas aumentó el número de inoculaciones recomendadas de doce inyecciones de cinco vacunas en 1986 a 54 inyecciones de 13 vacunas en la actualidad. Una actividad secundaria que aportaba unos mil millones de dólares se convirtió en el gigante de la industria de las vacunas que aporta $50 mil millones.
Dado que las vacunas están libres de responsabilidad y son efectivamente obligatorias en un mercado cautivo de 76 millones de niños, el incentivo comercial para que las empresas las hagan seguras es escaso. El público debe confiar en los escrúpulos morales de Merck, GlaxoSmithKline, Sanofi y Pfizer. Pero estas empresas tienen un largo historial de operar de forma imprudente y deshonesta, incluso con productos que deben comercializar al público y por los que pueden ser demandados por lesiones. Las cuatro compañías que fabrican prácticamente todas las vacunas recomendadas son todas criminales convictos. Colectivamente han pagado más de $35 mil millones desde 2009 por defraudar a los reguladores, mentir y sobornar a funcionarios del gobierno y a médicos, falsificar la investigación científica y dejar un rastro de lesiones y muertes causadas por productos que sabían que eran peligrosos y que se vendían bajo el pretexto de que eran seguros y eficaces.
¿No se requiere una especie de disonancia cognitiva para creer que las vacunas no están contaminadas por la avaricia, la negligencia y la corrupción que asolan todos los demás productos farmacéuticos?
Entre los niños estadounidenses nacidos en 1986, sólo el 12,8% tenía enfermedades crónicas. Ese número ha crecido hasta el 54% entre la generación de vacunas (los nacidos después de 1986) en paralelo con la expansión del programa.
No hay pruebas de seguridad
Esas preocupaciones aún se agudizan más cuando se considera que, además de estar libres de responsabilidad, los fabricantes de vacunas disfrutan de otra laguna lucrativa poco conocida; las vacunas son los únicos productos farmacéuticos o médicos que no necesitan ser sometidos a rigurosas pruebas de seguridad. Para obtener una licencia de la FDA, las empresas deben probar la seguridad de prácticamente todos los demás medicamentos durante años en comparaciones aleatorias contra un placebo inerte. Sin embargo, ni una sola vacuna que se encuentre actualmente en el programa infantil de los CDC fue probada contra un placebo inerte antes de obtener su licencia. Sin la prueba del placebo, los reguladores no tienen capacidad para evaluar los riesgos de un medicamento. Durante una declaración en enero de 2018, el Dr. Stanley Plotkin, el vacunador más influyente del mundo, reconoció que los investigadores que intentan determinar la seguridad de la vacuna sin utilizar un placebo están en “La La land”. De acuerdo con el Dr. Drummond Rennie, Editor Adjunto de la Journal of the American Médical Association, “es el departamento de marketing, no la ciencia, el que está impulsando la investigación.” Me parece completamente incorrecto que las legislaturas controladas por los demócratas en todo el país estén aprobando frenéticamente mandatos coercitivos para productos farmacéuticos para los que nadie conoce los riesgos.
Además, las pruebas de seguridad, que típicamente requieren cinco o más años para otros productos médicos, a menudo duran sólo unos pocos días con las vacunas – no lo suficiente para detectar cánceres o condiciones crónicas como enfermedades autoinmunes (por ejemplo, diabetes juvenil, artritis reumatoide, esclerosis múltiple), enfermedades alérgicas (por ejemplo, alergias alimentarias, rinitis alérgica, eczema, asma), o lesiones neurológicas y del desarrollo neurológico (por ejemplo, TDA, TDAH, narcolepsia, epilepsia, trastornos convulsivos y autismo). Los prospectos de los fabricantes que acompañan a cada frasco de las vacunas obligatorias incluyen advertencias sobre estas y otras 400 lesiones más, incluyendo muchas enfermedades graves inmunológicas, neurológicas y crónicas de las cuales la FDA sospecha que las vacunas pueden ser la causa. La ley federal exige que el prospecto de cada vacuna incluya “sólo aquellos eventos adversos para los que exista alguna base para creer que hay una relación causal entre la droga y la ocurrencia del evento adverso”.
Muchas de estas enfermedades se volvieron epidémicas en los niños estadounidenses después de 1986, coincidiendo con la explosión del programa de vacunación. Entre los niños estadounidenses nacidos en 1986, sólo 12.8% tenían enfermedades crónicas. Ese número ha crecido hasta 54% entre la generación de las vacunas (los nacidos después de 1986) en sintonía con la expansión del programa. Las pruebas, incluyendo los propios informes de vigilancia del HHS, los prospectos de los fabricantes y los estudios revisados por pares, vinculan todas estas lesiones a las vacunas. Sin embargo, las asociaciones no son definitivas porque los CDC no han realizado los estudios aleatorios necesarios para probar o refutar la causalidad.
El HHS ha orenado al Instituto de Medicina (IOM, ahora la Academia Nacional de Medicina) que supervise la ciencia de seguridad de las vacunas de los CDC. La IOM ha reprendido repetidamente a la agencia por no estudiar si las vacunas están causando estas epidemias. En mi experiencia, los defensores de las vacunas rara vez citan estudios específicos revisados por pares para respaldar sus afirmaciones de que todas las vacunas son seguras, basándose en cambio en apelaciones a la autoridad; los CDC, la FDA, la OMS o la AAP. Mis parientes, por ejemplo, argumentan que las vacunas son seguras porque la OMS, el HHS, los CDC y la FDA lo dicen. Pero el HHS designó al IOM como el árbitro final de la seguridad de las vacunas. Y la OIM dice que la bibliografía científica existente no apoya estas afirmaciones. A pesar de las peticiones de la IOM, losCDC se ha negado firmemente a realizar estudios de seguridad.
En total, tres informes del IOM (1991, 1994, y 2011/2012) investigaron 231 eventos adversos asociados con las vacunas. Para 34 afecciones, la IOM encontró que la evidencia apoyaba una conexión causal entre la vacuna y el evento adverso. Pero para 184 eventos adversos, el 80% de las condiciones revisadas, el IOM encontró que la evidencia del HHS era inadecuada para aceptar o rechazar la causalidad de la vacuna. ¿Cómo pueden nuestros funcionarios de salud pública reclamar seguridad cuando no hay una investigación de seguimiento de los eventos adversos notificados?
… el estudio del IOM [Instituto de Medicina, ahora la Academia Nacional de Medicina] y el estudio de seguimiento del HHS en 2014, ambos dicen que los CDC nunca han realizado un estudio para apoyar la afirmación de los CDC de que la DTaP no causa autismo.[Institute of Medicine now the National Academy of Medicine]
Autismo y vacunas
Profundicemos en el dogma fundamental de que la ciencia ha desmentido completamente cualquier vínculo entre el autismo y las vacunas. Esa suposición está tan arraigada que los medios de comunicación ridiculizan a cualquiera que cuestione esta ortodoxia como a un hereje peligroso. Pero, mire por un momento los hechos. En 1986, el Congreso ordenó específicamente a los CDC que determinaran si las vacunas que contenían la tos ferina (DTP, más tarde DTaP) estaban causando autismo. Entonces, al igual que hoy, muchos padres con hijos autistas estaban afirmando que las vacunas eran una causa del autismo de sus hijos y las vacunas DTP/DTaP eran/son un sospechoso popular.
En su sitio web, los CDC declaran que, “Las vacunas no causan autismo,” citando la revisión exhaustiva de la bibliografía sobre el tema realizada por el IOM 2011/2012 de la investigación científica sobre la seguridad de las vacunas. Sin embargo, el estudio del IOM y el estudio de seguimiento del HHS en 2014 dicen que los CDC nunca han realizado un estudio para respaldar la afirmación de los CDC de que la DTaP no causa autismo. Lo mismo es cierto para Hep B, Hib, PCV 13, y IPV. La única vacuna que realmente se ha estudiado con respecto al autismo es la triple vírica (MMR por sus siglas en inglés), y un científico distinguido de los CDC afirma que los CDC encontraron un aumento de la tasa de autismo después de la triple vírica (MMR) en el único estudio de MMR/autismo realizado por los CDC con niños estadounidenses. Además, el principal experto en autismo del HHS proporcionó recientemente una declaración jurada al Departamento de Justicia (DOJ por sus siglas en inglés) explicando que las vacunas pueden causar autismo en algunos niños.
El autismo ha crecido de aproximadamente de 1 de cada 2.500niños antes de 1986 a uno de cada 36 entre los niños de la generación de las vacunas en la actualidad. ¿Por qué nos conformamos con la afirmación de los CDC de que la explosión exponencial del autismo es un misterio? Los CDC no escatiman en gastos para rastrear sistemáticamente la fuente de 800 casos de sarampión. Pero cuando se le preguntó sobre la catastrófica epidemia de más de 68.000 nuevos casos de autismo cada año, los CDC se encogen de hombros. ¿Por qué no estamos exigiendo respuestas? “Los CDC están paralizados en este momento cuando se trata de cualquier cosa que tenga que ver con el autismo”, explica el Dr. William Thompson, ex científico principal de seguridad de las vacunas, que sigue siendo empleado de los CDC. Thompson le dijo al congresista Bill Posey bajo juramento que los peces gordos de los CDC le ordenaron destruir los datos que mostraban un vínculo entre el autismo y las vacunas y publicar un estudio fraudulento que descartaba el vínculo. Hoy, está arrepentido, “Cuando veo a una familia con un niño con autismo, siento una gran vergüenza porque yo he sido parte del problema
… hay cien veces más eventos adversos de la vacuna que los notificados”.
Estamos matando niños
El HHS también ha ignorado sus obligaciones legales de estudiar las lesiones por vacunas y mejorar la seguridad de las mismas. En 1986, el Congreso, reconociendo que las compañías farmacéuticas ya no tenían ningún incentivo para fabricar vacunas, ordenó al HHS que estudiara las lesiones causadas por las vacunas, trabajara para mejorar la seguridad de las mismas e informara al Congreso sobre sus progresos cada dos años. Hace un año, presenté una demanda que obligó alHHS a admitir que en 36 años nunca había realizado ninguno de esos estudios críticos.
La vigilancia de la seguridad de la vacuna posterior a la licencia también está hecha un desastre. El Sistema de Notificación de Eventos Adversos de las Vacunas (VAERS por sus siglas en inglés) de los CDC, al cual los doctores y pacientes pueden notificar voluntariamente eventos adversos de las vacunsa, recibió 58,381 informes en 2018, incluyendo 412 muertes, 1,237 discapacidades permanentes, y 4,217 hospitalizaciones. Una revisión del VAERS financiada por el HHS concluyó que “menos del 1% de los eventos adversos de la vacuna se notifican” al VAERS. Esto sugiere que hay cien veces más eventos adversos de la vacuna que los que se notifican. Aún así, los CDC se han negado a exigir o automatizar la presentación de informes al VAERS.
El Dr. Aaby fue uno de los cinco coautores de un estudio realizado en 2017 sobre la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), la vacuna más utilizada en la Tierra, en el que se descubrió que los niños que recibieron DTP tenían diez veces más riesgo de morir que los niños no vacunados.
El 9 de marzo de 2019, el Dr. Peter Aaby emitió una reprimenda feroz a los organismos de salud pública del mundo por continuar permitiendo a las empresas farmacéuticas vender vacunas sin las pruebas de seguridad adecuadas. El Dr. Aaby, que ha escrito más de 300 estudios revisados por pares, es una de las principales autoridades mundiales en el programa de vacunas de la OMS en África y el ganador del más alto honor en Dinamarca por su investigación sobre atención médica. El Dr. Aaby fue uno de los cinco coautores de un estudio 2017 sobre la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), la vacuna más utilizada en la tierra, que encontró que los niños que recibieron DTP tenían diez veces más riesgo de morir en comparación con los niños no vacunados con DTP. Durante treinta años, los médicos, incluido el Dr. Aaby, nunca se dieron cuenta del peligro porque los niños vacunados sucumbían a enfermedades e infecciones que parecían no estar relacionadas con la vacuna. Resulta que, si bien la vacuna protegía a los niños de la difteria, el tétanos y la tos ferina, debilitaba tanto su sistema inmunológico que morían en masa por infecciones no relacionadas. Los investigadores concluyeron: “La vacuna DTP puede matar a más niños por otras causas de las que salva de la difteria, el tétanos y la tos ferina”. En marzo, un alarmado Aaby abogó por un cambio en la gestión política, “La mayoría de ustedes creen que sabemos lo que hacen nuestras vacunas. Pero no lo sabemos…. Estamos matando niños.”
El programa de vacunas más agresivo del mundo no le ha dado a nuestro país los niños más sanos del mundo. Ahora ocupamos el puesto35o en los resultados generales de salud-justo detrás de Costa Rica, lo que hace que los Estados Unidos, según la mayoría de los estándares, incluyendo el de la mortalidad infantil, sea el país más enfermo del mundo desarrollado. Además de esas 400 enfermedades crónicas y lesiones que la FDA sospecha que pueden estar relacionadas con la vacuna, la generación de las vacunas sufre niveles sin precedentes de ansiedad y depresión y trastornos del comportamiento que abarcan desde la agresión hasta la anorexia. Los estudios en animales y humanos revisados por pares han vinculado todos estos síntomas a las vacunas. La generación actual es la primera en un siglo en bajar su coeficiente intelectual (IQ), habiendo sufrido una extraordinaria caída de siete puntos. Los investigadores concluyeron que alguna causa medioambiental es el detonante. En los Estados Unidos, los resultados de las pruebas posteriores a la escuela secundaria, SAT y, más recientemente, los resultados de los exámenes para ejercer la abogacía (bar exam scores) están cayendo en picado. ¿Podrían estas disminuciones ser el resultado de inyectar a prácticamente todos los niños con múltiples dosis de dos de las neurotoxinas más potentes del mundo, el mercurio y el aluminio, en las dosis sugeridas a partir del día de su nacimiento? ¿No deberíamos estar haciendo la investigación necesaria para rechazar esta hipótesis? El enfoque lógico para hacerlo sería comparar los resultados de salud entre los niños vacunados y no vacunados. Durante años, los funcionarios de salud pública, incluyendo el IOM, han instado a los CDC a realizar tales estudios.
En 2013, el IOM descubrió que: “Ningún estudio ha comparado las diferencias en los resultados de salud… entres poblaciones de niños completamente no inmunizados y niños completamente inmunizados… Además, no se han realizado estudios diseñados para examinar los efectos a largo plazo del número acumulado de vacunas u otros aspectos del calendario de inmunización”. En una entrevistaen 2008, la ex directora de los NIH, Bernadette Healy, explicó que el HHS se niega a realizar estudios de seguridad por temor a exponer peligros, “que asusten al público” y les alejen de las vacunas. Healy continuó, “En primer lugar, creo que el público es más inteligente que eso… No creo que nunca debas dar la espalda a ninguna hipótesis científica porque tengas miedo de lo que pueda mostrar.”
… la ausencia de escrutinio de la prensa no proporciona a la industria ningún incentivo para mejorar la seguridad de las vacunas.
Mala praxis de los medios de comunicación
La supresión de investigación científica crítica sobre la seguridad de las vacunas documentada por la IOM no sería posible sin una epidemia masiva de malas prácticas por parte de los medios de comunicación. Los principales medios de comunicación y las redes social, que en conjunto recibieron $9.600 millones en ingresos aportados por las empresas farmacéuticas en 2016, se han convencido de que están protegiendo la salud pública censurando agresivamente las críticas a estos productos farmacéuticos obligatorios, de responsabilidad cero y no probados. Pero la ausencia de escrutinio de la prensa no deja a la industria ningún incentivo para mejorar la seguridad de las vacunas. Amordazar los debates sobre la corrupción del gobierno y la deficiente investigación científica sobre la seguridad y abolir las lesiones por vacuna por decreto no es una estrategia que resuelva la creciente epidemia de enfermedades crónicas.
Los niños que componen esta generación gravemente malherida están envejeciendo y van a salir de las escuelas que tuvieron que construir cuartos tranquilos y alas para el autismo, instalar sillas que permiten el movimiento, contratar guardias de seguridad y aumentar el gasto en educación especial en un 25%para poder atenderles. Ahora están aterrizando en la red de seguridad social la cual amenazan con hundir. A medida que los legisladores demócratas votan para hacer obligatorias más vacunas y piden la censura de las preocupaciones sobre su seguridad, los candidatos presidenciales demócratas debaten sobre cómo arreglar el sobresaturado sistema de salud de Estados Unidos. Si no abordamos la epidemia de enfermedades crónicas, tales propuestas son como reordenar las sillas de cubierta del Titanic. La buena noticia para las grandes farmacéuticas es que muchos de estos niños dependen de por vida de productos de gran éxito como Adderall, Epi-Pens, inhaladores para el asma, y medicamentos para la diabetes, la artritis y los anticonvulsivos fabricados por las mismas compañías que fabricaron las vacunas.
Mi tío y mi padre sostenían que en una sociedad libre y abierta, la respuesta a las preguntas difíciles nunca debe ser acallar el debate.
Mi creencia de que todas o algunas de estas lesiones podrían estar relacionadas con las vacunas ha sido el catalizador que desvió gran parte de mi enfoque en el trabajo medioambiental y energético que amo, y me impulsó a convertirme en un defensor de la seguridad de las vacunas. He sacrificado amistades, ingresos, credibilidad y relaciones familiares en una campaña a menudo solitaria para obligar a estas empresas a realizar las pruebas que responderán definitivamente a estas preguntas.
Las personas se vacunarán cuando tengan confianza en los reguladores y la industria. Cuando la confianza pública falla, la coerción y la censura se convierten en las opciones finales. Silenciar a los críticos y desplegar poderes policiales para imponer medicamentos no probados a un público no dispuesto no es una estrategia óptima en una democracia.
Mi tío y mi padre sostenían que en una sociedad libre y abierta, la respuesta a las preguntas difíciles nunca debe ser acallar el debate. Lo que necesitamos es ciencia, no censura. No soy anti-vacunas. Soy pro-seguridad y pro-ciencia. Quiero estudios de seguridad sólidos y transparentes y reguladores independientes. Estas no parecen ser el tipo de peticiones radicales que deberían dividir a nuestro partido o a nuestras familias. Como estadounidenses y como Kennedy, deberíamos ser capaces de tener un debate respetuoso, basado en la ciencia, sobre estas preocupaciones legítimas.
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